Antes de morir quisiera…

set-them-free¿Para qué vives? Esta es quizá la pregunta más importante que podemos hacernos en la vida. Y mi respuesta (muy personal por cierto) es para ser feliz acá en este viaje y luego felicísimo en el cielo. Pero esta pregunta, nos lleva necesariamente a otra, ¿Estoy haciendo lo necesario para ser consecuente con mis objetivos? Y es allí donde nace la idea de escribir sobre este tema. ¿Qué me falta por hacer? Es cuestión de mirar las cosas con perspectiva. Siempre es bueno estar dentro de la vida y fuera de ella al mismo tiempo.

Candy Chang hizo una charla en TED sobre este tema y cambió la forma de pensar a millones de personas. Hay muchas cosas que no hemos hecho en la vida. No hace falta tener una enfermedad terminal para cuestionárselas. ¿Por qué no conectarte con tus emociones o sumarte a nuevas aventuras? Necesitamos saborear mejor los minutos que tenemos. Retomar una amistad, aprender un idioma nuevo, escribir un blog, pedirle perdón, o perdonar a alguien (pedir perdón no cambia el pasado pero si el futuro), o correr una maratón, hacer un viaje a un sitio que nunca se te hubiese ocurrido, tomar riesgos (medidos por supuesto). La vida rutinaria, sin sobresaltos, es muy aburrida!! El Lunes es muy fácil acertar los partidos del Domingo. A toro pasado todos somos muy listos. Cuantos amigos tengo que hicieron las maletas y sin mirar atrás vivieron al 100% la decisión que tomaron. Ni nostalgias ni dudas existenciales, se vive hacia adelante. No podemos conformarnos con reprimir cobardías, que continuamente habrá que apagarlas. El que tenga miedos que se los trague pero que no desanime a los demás. El desaliento nunca ha creado nada y ha provocado la muerte en vida a muchos.

La creencia de que nuestra historia personal ha llegado a un final, que acabamos de convertirnos en las personas que estábamos destinadas a ser y así seremos el resto de nuestras vidas, entorpece nuestra toma de decisiones sobre estos temas. Pensamos que las canciones, los amigos, la ropa, la comida, que nos gustan, ya no cambiarán, serán esas. Sin embargo, Daniel Gilbert, profesor e investigador de Harvard, hizo un experimento y preguntó a la gente hace 10 años sobre sus gustos y su esperanza de cambiarlos y comprobó que la mayoría afirmó que no cambiaría su forma de ser, sus gustos, hobbys, etc, que ya habían llegado a encontrarse realmente con su versión final de sí mismos y luego 10 años después, comprobó que todo eso había cambiado en las personas.

Obvio que no es cuestión de “living la vida loca” tampoco. Hay que descubrir la felicidad en las pequeñas cosas en nuestra familia y trabajo, que nos toca hacerlas todos los días. Si sólo hay trabajo en la vida, ésta se convierte en sinónimo de estrés, angustia, pero si no lo hay, si se quiere ahorrar esfuerzo y sudor, es muy complicado que llegue la paz y la satisfacción de haberse dado por el todo, y por ende de conseguir la felicidad.

La felicidad no consiste en dinero, juergas y fama. Robert Waldinger, psiquiatra de Harvard, condujo el estudio más largo de la historia sobre la felicidad (75 años), y decía en una charla de TED “¿Por qué es tan difícil de entender y tan fácil de ignorar? Porque queremos algo rápido, fácil y que dure por la eternidad, y las relaciones son difíciles, y cuidar a la familia y a los amigos y trabajar bien no es fancy ni glamoroso, es tedioso.” Resaltaba la importancia de cultivar buenas relaciones. Pasemos más tiempo con personas que con pantallas. Caminatas largas o acercarse a ese familiar que no hemos visto en años. La buena vida se construye con buenas relaciones. Pensemos más en los demás que en nosotros.

Uno puede disfrazarse de jefe, y actuar como tal, pero en el fondo la función llega a su fin y el actor se volverá nuevamente la persona que siempre ha sido. Por lo tanto, que importante invertir en ella, en su desarrollo y crecimiento, en descubrir nuevos objetivos, en lugar de preocuparse o angustiarse en exceso por el personaje que representa.

Siempre estemos inquietos, vivamos una vida que podamos recordar, y no la vida de otros. ¿Y tú, que quieres hacer antes de morir? Hoy, aquí, ahora! Arma tu lista de actividades ya!

 

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Voy a tener una vida cuando me jubile…

Captura de pantalla 2015-01-06 a la(s) 01.47.02O cuando esté más tranquilo, o cuando mis hijos se vayan de la casa, o cuando cambie de trabajo, o cuando viva de mis rentas, etc, etc, etc. Falso! La vida es ahora! Uno comienza a envejecer desde que nace, por lo tanto, dilatar las cosas importantes para un mañana que a lo peor no llegará, no parece ser muy inteligente.

Mientras escribo, hay miles de personas trabajando jornadas interminables en empleos que no les gustan, para comprar cosas que no necesitan e impresionar a personas que no quieren. ¿Cómo se explica esto? Simplemente porque vivimos sin cuestionarnos las cosas importantes de la vida.

Plutarco cuenta que un día Pirro hacía proyectos de conquista: “Primero vamos a someter a Grecia, después ganaremos Africa, luego pasaremos al Asia, conquistaremos Asia Menor. ¿Y después? Iremos hasta las Indias. ¿Y después de las Indias? Ah, dice Pirro, descansaré. ¿Por qué no descansar entonces ahora?, le dice Cineas con bastante lógica.

Los que manejamos personas, tenemos una responsabilidad ineludible, enfocarnos en la rentabilidad de la empresa, por supuesto, pero a la vez, sacar lo mejor de las personas con las que trabajamos y ayudarlas a mejorar. La pelota está en nuestra cancha.

Aunque antes de hacerlo, sería bueno que veamos como estamos nosotros en ese sentido. ¿Sabemos aprovechar realmente el tiempo? Ojo, les escribe un workaholic que todavía no sabe aprovecharlo muchas veces. Y es que es fácil escribir pero muy difícil poner en practica la teoría. Entiendo bien que hay contextos en los que la empresa necesita más de nuestro tiempo, por ejemplo en el contexto en que estamos viviendo. Hoy, si no tenemos gente en el equipo muy comprometida con el trabajo, y esto implica más horas de las normales, éste, no sale adelante. Pero bueno, este artículo no se refiere al hoy, se refiere a la vida que debiéramos llevar en contextos normales.

Hoy en día la mayoría de empresas están enfocadas en conseguir el máximo provecho de sus trabajadores, a cualquier costa. Y esto implica necesariamente dejar de lado otros aspectos de nuestras vidas. Y porsiacaso, no se trata de meterse a un gimnasio. Probablemente con ello soluciones el problema de bajar la barriga, si, pero tu calidad de vida no se soluciona con ello. La calidad de vida implica un equilibrio entre nuestras necesidades emocionales, espirituales, intelectuales, familiares y sociales. ¿Les estamos dando el espacio que necesitan con urgencia cada una de ellas?

Tener más equilibrio no significa cambios dramáticos en la vida. Es manejar mejor el tiempo, es enfocarse en lo que uno vive hoy, si estoy en el trabajo, focus en el trabajo, si estoy con mi familia, focus en ellos. Tener la mente donde está el cuerpo. Destinar horas fijas para hablar con los hijos, para el deporte semanal, para salir con los amigos de toda la vida a tomar unos tragos, para hacer oración, para hablar con tu esposa sobre como está realmente, como se siente, no para quejarse del trabajo o de los hijos, tiempo para leer, para los hobbies. Los ejecutivos más exitosos, blindan su tiempo libre.

Imagínate que te levantas un día cualquiera, sales a la calle y te encuentras 1,440 dólares. ¿Qué harías con ellos? Podrías gastarlos en comida, ropa, o regalarlos a alguien, o ahorrarlos, pero la cosa es que al final del día desaparecerán. Lo mismo ocurre en la vida real, la diferencia es que lo que nos encontramos cada día no son 1,440 dólares, son 1,440 minutos. ¿Cómo los vamos a utilizar para sacarles el máximo provecho?

Entonces, ¿Cómo manejar la agenda del profesional? Acudo a Pablo Ferreiro, Profesor Principal de Gobierno de Personas del PAD y Profesor Invitado del IESE. Nos dice que con tres preguntas.

1. ¿Esto debe hacerse?

2. Si suponemos que sí debe hacerse, ¿debo hacerlo yo?

3. Asumiendo que si, ¿debo hacerlo ahora?

Cada día, solo pasa una vez. Hay que vivirlo, gozarlo, y no malgastarlo. Y eso depende exclusivamente de nosotros. Si claro, suena bonito, pero… ¿y el estrés? Pues hay que aprender a convivir con él. El problema no es nuestra exposición al estrés –despertador que nos saca de la somnolencia–, sino nuestra escasa capacidad para responder a sus demandas. Si no aprendemos a vivir en la inseguridad, el estrés es un ladrón que nos roba tiempo, concentración, salud, paz y alegría. Pero no nos engañemos, el estrés es el síntoma, nosotros somos el problema.

Si cambias tú, lo hará tu equipo. El liderazgo se basa en el ejemplo. No puedes promover un mensaje que no vives. Preocúpate por ellos y además, si no te convence lo que escribo y lo quieres ver por el lado frio, si lo haces, así serán más productivos. Y si logras que lo haga tu equipo, los habrás hecho mejores personas.

Hay que desterrar la filosofía de que la persona que muera con más dinero, gana el juego de la vida. NO! Gana la persona que al morir pudo vivir su vida de la mejor manera de acuerdo a sus principios y luchar por mantenerlos, así caiga muchas veces (como nos pasa a muchos), a levantarse.

Comparto con ustedes, esta oración que aprendí hace unos años y que me ha servido mucho: “Dios, dame paciencia para soportar lo inevitable, fuerza para enfrentarme a lo que se puede cambiar y sabiduría para distinguir una cosa de otra.” Toda persona viene al mundo con una serie de talentos y habilidades naturales. Vivir tiene mucho que ver con descubrirlos, disfrutarlos y ponerlos al servicio de una causa mayor que uno mismo. Y no, no quiero comenzar a tener una vida cuando me jubilé, voy a comenzar a tenerla, HOY, AQUÍ, AHORA!

Que alguien me motive por favor!

cover-upTodos queremos motivar (a hijos, esposos, empleados, clientes, etc.) y ser motivados. Veamos, una cosa es conseguir que alguien haga algo y otra muy distinta conseguir que alguien quiera hacer algo. Nadie está motivado todo el tiempo, así como nadie es feliz todo el tiempo. Pasadas las vacaciones, volvemos a nuestro hábitat natural, la oficina y claro, cuesta volver a agarrar el ritmo, y no solo a nosotros sino a nuestros equipos.

Pero bueno, antes de hablar de motivación, me gustaría definirla. Según José Marina, destacado psicólogo a nivel mundial, “Son los deseos que nos lanzan a la acción, los antecedentes de nuestros actos, la energía que nos mueve.” Todos conocemos nuestros deseos, lo que no sabemos son las causas que los determinan. ¿Por qué quiero esto o aquello? Y esas causas tienen mucho que ver con las ganas de salir adelante. “Con ganas, ganas”, pero no somos dueños de nuestras ganas, por lo tanto, aquello que defina nuestras ganas, definirá nuestro nivel de motivación.

Habría que identificar que es lo que nos mueve, ¿Cuáles son nuestros tesoros en la vida? Y es que esos tesoros son las necesidades que nos creamos. Si los hacemos más atractivos, si somos capaces de alcanzarlos y sabemos como, probablemente, estaremos aumentando nuestras ganas. Pero no todo son las ganas. La otra parte es nuestra lectura de la realidad.

Hoy en día, y con la desaceleración en su máxima expresión, muchos son pesimistas sobre el futuro, y por ende les termina saliendo todo mal. Su única virtud, es que son pitonisos, tienen la habilidad de adivinar su futuro, y como siempre lo ven negro, pues ya se imaginan el final.

El pesimismo es una forma de cobardía porque es mucho más cómodo refugiarse en el lamento , en la queja, y en no hacer nada para enfrentarse a los acontecimientos, por adversos que sean. Hay que huir del pesimista como de la peste, es una enfermedad altamente contagiosa porque el pesimista es un estirilizador de ilusiones. Y peor si es de los que te dice “Yo no soy pesimista, soy realista”. Cuando escuchen eso, corran, el pata es peligrosísimo.

Y es que el optimista no es un pesimista mal informado, no es alguien que niega y manipula la realidad, ni que vive de espaldas a la misma, divorciado de hechos objetivos, ése más bien es un irresponsable. Es más bien, una persona que entiende la realidad, sabiendo los riesgos, los calcula, mide y toma las acciones correctas.“ ¿Por qué es usted tan optimista? Porque no le veo ninguna ventaja a no serlo.” Dijo Winston Churchill.

¿Cuánto vale una mentalidad positiva que permanece optimista cuando los demás se rinden? Su peso en oro. Que importante rodearse de gente que se crece ante la adversidad, encuentra luces en un cielo oscuro, ve oportunidades donde otros se nublan y paralizan y toma decisiones valientes y oportunas. Los partidos más difíciles de la vida nos obligan a trabajar todos los músculos del cuerpo hasta que nos duela el alma.

Y qué hacemos?

Betsabé Tierno, uno de los mejores psiquiatras actuales, nos dice: “Si aprendemos a pensar bien, aprenderemos a vivir bien. Los problemas que nos hemos creado hasta hoy son el resultado de un pensamiento erróneo y cualquier problema real o imaginario está en nosotros mismos.

Aquello en lo que pienses con mayor frecuencia determina lo que eres, la vida que llevas, tus niveles de felicidad o desdicha y en lo que te has convertido. La mente es la dueña y puede hacer un cielo del infierno o un infierno del cielo. El miedo está siempre dispuesto a ver las cosas peores de lo que son. Nunca cargues con más de un problema al mismo tiempo. Hay personas que cargan con tres: los que tuvieron, los que tienen ahora y los que esperan tener.”

¿A quién no le gusta estrenar algo nuevo para el 2015? Estrenemos pues, una nueva forma de pensar. El que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino. Al pasado solo para aprender de él, el futuro, dependerá de lo que hagamos hoy. Así que a vivir el presente, a seguir pa´ delante, dando todo lo que llevamos dentro, “all in”.

En esta vida eso es lo que hay y pájaro que no vuela, pronto viene el gato y se lo come.

Ah, y a lo mejor no necesitan que alguien los motive, primero intenten solos, sino, ya piden ayuda.

Y la vida continúa…

 pusruit%20of%20hapiness%20oopshi%20comNo logro entender aun el concepto de ganar y perder en la vida. “Sale tantas veces derrotado el aparente vencedor”.  Buscamos la felicidad y nos sale al encuentro la depresión, anhelamos la paz y nuestra vida se llena de conflictos internos, apostamos a ganador y quedamos últimos, trabajamos para la excelencia y nos visita el error. Nos enfocamos en las respuestas y olvidamos las preguntas. Se entrecruzan constantemente, quizá por ser dos caras de la misma moneda.

A lo mejor solo interiorizando los segundos se alcanza los primeros. Si no aprendemos a perder, nunca ganaremos. «La aceptación tranquila, serena, humilde y consciente de esa realidad irrefutable, el acto humano de perder, es la única plataforma válida para desafiar los límites y ganar partidos “imposibles”.» decía Santiago Alvarez de Mon.

Perder…sufrir…¿Qué tan necesario es el sufrimiento en la vida? Cómo cuesta entender esto! Van Gogh decía: «No quiero de ninguna manera suprimir el sufrimiento; porque a menudo es lo que lleva a que los artistas se expresen con mayor energía.» Cuanta razón, si la sabes aprovechar, aprender la lección, te cambia para bien, en lugar de quebrarte lo puedes utilizar como aliciente que motiva, “con viento en contra el avión vuela”.

Le teoría dice que cuando uno sufre, ayuda mucho compararse con otros que sufrieron más, sin embargo, no es del todo cierto, solo quien juega el partido y no lo ve de la tribuna, sabe de lo que hablo. Quizá ayude, quizá las realidades sean completamente diferentes y haya gente que tenga mil razones más para sufrir de las que uno tiene, pero el cerebro se encarga de dimensionar las cosas y de hacer algo insoportable para una persona, mientras que para otra pueda ser fácilmente solucionable. La felicidad o el sufrimiento no depende de la realidad, sino de como los interpretes.

Antoine de Saint Exupery, en su obra maestra, El Principito, decía que «Solo a través de experiencias de sufrimiento y prueba, el alma del ser humano se fortalece, la visión se aclara, y el verdadero éxito se alcanza.” Para salir a flote y sentir la sensación de respirar con el alma, hay que estar ahogándose.

El error y la pérdida nos dan la posibilidad de sacar lo mejor de nosotros, a lo mejor esta vez he perdido, pero eso no significa que haya fracasado.

Y cuando eso pasa, ¿Cómo seguimos viviendo? ¿Cómo hacemos que la vida continúe de la mejor manera posible?. No somos felices cuando nos empeñamos en conseguir aquello que no depende de nosotros. Lo que he aprendido últimamente es que soñar continuamente con lo que está fuera de nuestras posibilidades y, en cambio, olvidar lo que podemos hacer, conduce a una vida de tristeza y amargura.

Séneca decía que es feliz el que está contento con las circunstancias presentes, sean las que fueran, y es amigo de lo que tiene. Es feliz aquel para quien la razón es lo que da valor a todas las cosas de su vida.

Últimamente no puedo evitar la costumbre de viajar mentalmente al pasado para recordar momentos melancólicos (entendiendo la melancolía como la dicha de estar tristes). Y es que cuando vienen ese tipo de pensamientos, si no se pueden evitar, lo mejor es cambiar de actividad, leer periódico, un libro, ver tele, hacer deporte, aunque sea sin ganas, sin ilusión, que difícil hacerlo realidad, pero no he encontrado otra forma mejor.

¿Cómo disminuir el sufrimiento? Dejaré que un experto en el tema, Enrique Rojas, psiquiatra español con más de media docena de libros escritos,  se adueñe de las siguientes frases:  El primer error y más común es magnificar los eventos negativos que nos han ocurrido, hay que distinguirlos de un drama. En segundo lugar la incapacidad para perdonar nuestros propios errores ya que les equivocaciones son parte del curso que hemos venido a pasar. En tercer lugar, no ser capaz de cerrar las heridas del pasado. Este debe ser el arsenal que nos ayude a aprender de cara al futuro, pero no un freno. En cuarto lugar, no tener ilusiones, que es lo que nos mantiene vivos.  “ilusión” proviene de illudere, que significa “jugar”. Ilusionarse es pues, la habilidad de obrar magia con la vida. Magia mental. Eso es lo que el ser humano necesita, y de hecho, el amor es magia”.

La auténtica felicidad no es un estado perfecto y permanente, sino un balance existencial positivo. Los altibajos, frustraciones, dificultades, sinsabores y errores, son inevitables y en la mejor de las vidas todo eso asoma en distintas dosis y circunstancias.  Como lo he dicho en varios de mis posts, NADIE es feliz siempre. La felicidad absoluta no existe, hay que aspirar a la felicidad razonable.

Algunas recomendaciones del Dr. Rojas:

  1. Saberse tomar la vida con sentido del humor, patrimonio de personas con buena salud mental.
  2. Conocerse a sí mismo (fortalezas, debilidades)
  3. Fortalecer la voluntad (la capacidad para aplazar la recompensa) Es la capacidad de hacer algo positivo para si mismo pero sabiendo que los resultados no serán inmediatos sino mediatos). Una persona con voluntad llega más lejos que una persona inteligente.
  4. Saber superar las crisis de la vida, saber que el tiempo cura casi todas las heridas.
  5. Tener una concepción correcta del tiempo: Una persona madura es aquella que vive instalada en el presente, tiene asumido y superado el pasado con todo lo que eso significa, y vive empapada y abierta hacia el provenir.
  6. Tener el apoyo de la familia y los amigos
  7. Buscarle el sentido a la vida: Descubrir para que vivimos. Vivimos en un mundo apurado, pero que no se sabe hacia donde corre.

Y por último, darle la vuelta al juego de la vida. “Donde la mano siente un pinchazo, los ojos descubren rosas”, decía San Josemaría. Toda depresión viene con ansiedad (el miedo al futuro). Está en nosotros transformarla en esperanza, que es la columna vertebral de la vida, la ilusión por completar nuevos proyectos personales, familiares, espirituales y laborales. Ayer en un almuerzo me preguntó un amigo cuales eran mis metas para este año, y no supe que responderle, lo cual me ha obligado hoy a replantear mis metas en la vida. Si salen bien o mal al final de año, no depende de mi, en mi cancha está el esfuerzo que ponga por sobreponerme  y por cumplirlas. Y es que no siempre tendremos éxito, pero la esperanza nos dará ánimos para superar las adversidades y los fracasos.

Seguramente a más de uno nos ha pasado que muchas veces la esperanza se nos pierde en un mar de ideas confusas, el tiempo, se convierte en una carga, que lo único que queremos es que pase rápido, al pasado lo visitamos con pena, el presente no lo vivimos y el futuro se convierte en un miedo a lo que viene.

¿Cómo recuperar esa fuerza interior que se ha perdido y que es necesaria para seguir adelante, para hacer que la vida continúe? Llámenle esperanza o cualquier otro sinónimo, pero sin ella, nada es posible. “En todo final, descubre siempre un nuevo principio”.

¿Adios mundo cruel?

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Hace ya varios días vengo pensando en la muerte, tema apasionante y en muchos casos relacionado al sufrimiento. Lo curioso es que muchos sufren porque ya se les acaba la vida, les duele dejarla, otros al contrario, porque dura, y ya no soportan estar más en ella. En todo caso, lo realmente triste es vivir sin ninguna esperanza, pensando en que la vida se acabará acá abajo. Nada podría sumergirme más en una depresión que eso. Un santo de nuestros días decía “Que hueca vanidad centrar la existencia en esta vida”.

Yo creo que uno muere de acuerdo a como ha vivido. Me imagino siempre la torre inclinada de Pisa, ¿El día que se caiga, hacia qué lado será? No es difícil acertar. Si en su vida uno hizo su tarea, luchó por lo que valía la pena (ganando y perdiendo batallas pero luchó al fin), y su forma de pensar, hablar y actuar estaba alineada pues asumo que le será más fácil el encuentro final. Un amigo decía que la muerte no es el derrumbe, es solo una liquidación de existencias por cambio de domicilio. Y es que la vida no se pierde, solo se transforma, sólo se cambia, y es un cambio para bien.

Por desgracia, normalmente los únicos que piensan en ella son aquellos que sufren una depresión complicada, ¿pero por qué esperar a eso para cuestionarla? Muchas veces ya es tarde y uno la ve con el deseo de que venga pronto. Enrique Rojas, famoso psiquiatra español, decía que no somos más que personas que habitan una personalidad y de nosotros va a ser lo que nosotros queramos hacer con nuestro proyecto de vida.

Y si, a veces nos llega la depresión – sin duda la enfermedad más importante del estado de ánimo- , también llamada enfermedad de la melancolía y de la tristeza persistente y duradera que se cuela por los rincones del alma y se agarra fuerte. Pues bien, si llega, no nos queda más que aprender a vivir con ella mientras dure, porque no es eterna, así como también, y  como lo he dicho en varios posts, nadie es feliz todo el tiempo, o dicho de otra forma, la felicidad absoluta no existe, es una utopía. Lo que hay es una felicidad relativa, que consiste en estar contento con uno mismo, producto de la relación entre lo que se desea y lo que se consigue. Por ello, que importante saber gestionar nuestros deseos.

Mi padre decía que cuando llega el momento de sufrir el dolor, ayuda más un poco de valor que un conocimiento abundante, algo de compasión humana más que un gran valor, y la más leve tintura del amor de Dios más que ninguna otra cosa, así que cuando uno sufre, es el momento ideal para pedírsela.

En fin, si algo nos debiera enseñar la muerte es que hay que aprender a vivir. Amar, pensar, decidir, luchar, reir, abrazar, perdonar, escuchar, creer, hablar son acaso los mejores compañeros de camino. Y es que al final, cuando llega el momento de cruzar el río y ya estamos llegando a la otra orilla, ¿De qué nos arrepentimos? Salvo algún tarado que sólo piensa después de haber actuado, los demás lamentamos aquello que no hemos hecho.  Si hubiera cambiado de carrera a tiempo, si hubiera dejado ese trabajo antes, si hubiera callado en aquella discusión, si hubiese amado de verdad, si hubiese luchado más por conseguir lo que quería, si la hubiese besado en esa fiesta, si hubiese ido contracorriente y me hubiese arriesgado más por eso que valía la pena… La cantidad de lamentos puede ser tan grande y tan fuerte que arrase con todo. Entre nuestra vida real, con sus pros y sus contras, compromisos y deberes y la alternativa idealizada, siempre gana esta última.  A lo mejor es una comparación irreal, y por ello injusta, pero no deja de ser en muchos casos cierta. Por ello, como decía Santiago Alvarez, “cuando una voz interior susurre acciones y decisiones suficientemente ponderadas y asumidas, lo mejor es seguir sus dictados.  Si no, el futuro nos mostrará el presente, hoy, transformado en pasado hipotecante.”

Jorge Luis Borges tiene un poema tremendo, titulado «El remordimiento»:

He cometido el peor de los pecados

Que un hombre puede cometer,

No he sido feliz.

Que los glaciares del olvido

me arrastren y me pierdan despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego

arriesgado y hermoso de la vida,

para la tierra, el agua, el aire, el fuego.

Los defraudé.  No fui feliz.

Cumplida no fue su voluntad.

Me legaron valor.  No fui valiente.

No me abandona, siempre está a mi lado,

la sombra de haber sido un desdichado.

Gracias Jorge Luis, tienes ese don único de escanear el corazón y expresar lo que uno siente con la precisión de un cirujano.

 

Diálogo de bebés: ¿Crees en la vida después del nacimiento?

Recibí este diálogo del blog de Nuria Chinchilla, muy curioso por cierto, entre dos bebés Vale la pena leerlo porque algo así nos pasa exactamente a nosotros, muchas veces nos portamos como si todo se acabar aquí abajo.

En el vientre de una mujer embarazada estaban dos hermanitos conversando cuando una le preguntó al otro:

– ¿Crees en la vida después del nacimiento?…

La respuesta fue inmediata:

– Claro que sí. Algo tiene que haber después del nacimiento. Tal vez estemos aquí porque precisamos prepararnos para lo que seremos más tarde.

– Bobadas, ¡no hay vida después del nacimiento! ¿Cómo sería esa vida?…

– No lo sé exactamente, pero ciertamente habrá más luz que aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies y comamos con la boca…

– ¡Eso es un absurdo! Caminar es imposible. ¿Y comer con la boca? Es totalmente ridículo! El cordón umbilical es lo que nos alimenta. La vida después de nacimiento es una hipótesis excluida, el cordón umbilical es muy corto.

– En verdad, creo que ciertamente habrá algo. Tal vez sea bastante diferente a lo que estamos habituados a tener aquí.

– Pero nadie vino de allá, nadie volvió después del nacimiento. El parto termina con la vida. Vida que es nada más que esta absoluta oscuridad.

– Bueno, yo no sé exactamente cómo será después del nacimiento, pero, con certeza, veremos a mamá y ella cuidará de nosotros.

-¿Mamá?… ¿Tú crees en mamá?… ¿Y dónde supuestamente estaría ella?..

– ¿Dónde?… ¡En todo alrededor nuestro! … a través de ella vivimos. Sin ella todo esto no existiría.

– ¡Yo no creo! nunca vi ninguna mamá, lo que comprueba que mamá no existe.

– Bueno… es cierto que no la hemos visto nunca, pero, a veces, cuando estamos en silencio, puedes oírla cantando, o sientes cómo ella acaricia nuestro mundo. ¿Sabes qué? Pienso que la vida real es la que nos espera y que ahora, estamos preparándonos para ella..

How to engineer a happy life

Esta vez quiero postear un artículo excelente aparecido en el Washington Post sobre este experto español en tema de felicidad. Vale la pena leerlo:

Manel Baucells This week, at the United Nations conference on Happiness, the tiny kingdom of Bhutan nestled between India and China will showcase its Gross National Happiness index (GNH) as an alternative to gross national product (GNP). In 1968, Robert F. Kennedy had said that the gross national product «measures everything… except that which makes life worthwhile.» Now, the world is coming around with United Nations resolution 65/309 — «Happiness: Towards a holistic approach to development.»

The pursuit of happiness explains the billions of dollars spent each year on consumer goods, from cosmetics and fashion apparel to computers and new cars. Who among us does not want to be happy?

But, happiness is elusive. Scientists have found that American millionaires living in huge, luxurious houses are barely happier than Masai warriors in Kenya who live in huts.

Over the past 10 years, we have examined and analyzed data and evidence from all over the world to come up with a set of laws that govern our happiness. These laws are supported by findings from scientific experiments, examples from ancient literature and pearls of wisdom from the world’s religions and spiritual practices. These laws of happiness are universal and apply to all of us. For example, we two coauthors were born and raised in different countries, India and Spain. We were reared in different religions, Hinduism and Catholicism. These large differences in culture and background make us perceive many things differently. The laws of happiness, however, apply equally to both of us.

A logical implication of our laws of happiness is the fundamental equation:

Happiness equals reality minus shifting expectations

As we try to improve our reality, by working harder so we can make more money, buy a bigger house, or drive a fancier car, our expectations also shift. We are happy for a little while, but soon enough expectations catch up with reality. At first blush, this equation paints a gloomy picture. It is no wonder that some scientists have concluded that, «Trying to be happier is as futile as trying to be taller.» Let us look on the bright side of the equation. We will give you two strategies for improving happiness and then you can come up with many more on your own.

1. Less to More (Crescendo)

You should plan your life carefully so that the gap between reality and expectations stays the same or increases. That is, the way to be happy is not just to have a lot, but to follow a crescendo strategy in life choices — less to more. On a small, short-term scale, this can be done on a vacation; rather than immediately visiting the most spectacular museum or historic site, save those experiences for the end of your trip. But as a philosophy of life, you can work to organize the chapters in your book of life from less to more (that is, follow a crescendo strategy). In raising children, for example, do not give them too much too fast. In organizations such as those with call centers or service employees, more frequent promotions associated with achieving some well-defined milestone or goal will improve employee satisfaction. Crescendo strategy is very similar to what is used in karate by awarding different color belts for progress.

2. Basic Goods

Our equation suggests that new material aspirations arise as previous ones are satisfied, making all of us work harder and harder to see ourselves in exactly the same situation all over again: wanting something new. We face a sort of emotional «global warming,» if we get used to consuming too much too soon, our future happiness is put at risk. One typical example is that of the children of wealthy parents who are not able to keep up with the lifestyle they’ve always known.

When it comes to fame and fortune, beware: The equation predicts that your expectations will also rise and any gain in happiness will be temporary.

So, if expectations catch up with reality, is there an easy and foolproof way to be happy? Basic goods escape this paradox, because expectations for these goods do not fluctuate much and these are less susceptible to social comparison. The treasure of happiness that is in reach for most of us is found in basic goods. The simplest example of a basic good is food. We will always enjoy a meal when hungry. But basic goods are present everywhere in our life. How can we tell whether a good or experience is basic or not?

TEST — Is X a basic good: Ask yourself the following two questions:

1. If nobody knew I am buying or experiencing X, would I still want X?

2. Will I enjoy X in the future, say five years from now, as much as I do now?

If the answer is yes to both questions, then X is a basic good for you.

We can think of basic goods in three categories: the needs of the body, the needs of the heart, and the needs of the mind. Food, health, shelter, sex, and rest are the needs of the body. Basic goods that meet the needs of the heart and mind are things like spending time with friends and family and listening to music we love — things that consistently make us happy.

Some people say that happiness is like a pendulum — some days you are happy, some days not, and there’s not much you can do to change that. Our view is different. We believe that happiness is like a sailboat. Indeed the wind and ocean currents influence its movements, but you have control of the rudder. Without your exerting control, the sailboat drifts. Our key premise is that happiness is a choice; and regardless of our circumstances or where we are in the world or in our lives, we can all improve our level of happiness. The control lever for extracting happiness from the equation is in your hands. We would love to hear your ideas on how to engineer a happier life.

Vivir es una cuestión urgente

Hace un par de semanas murió un familiar de un amigo cercano, al buscar algún texto para enviárselo, encontré éste en el que Santiago Alvarez nos deja ideas claras de lo importante de aprovechar la vida. Y es que cómo vivimos nos permite darnos una idea de cómo moriremos. Nos dice lo siguiente: “Si se han hecho los deberes, si se ha sido íntegro, es decir, si ha habido correlación entre los valores, principios e ideales que se proclaman, y los comportamientos y actos de nuestra vida, si uno se ha viciado con alegría y naturalidad, no a impulsos dirigidos por escrúpulos culpabilizadores, se hace factible lidiar el toro final con un estado de ánimo sereno y esperanzado. 

Jorge Borges tiene un poema tremendo, titulado «El remordimiento»:

“He cometido el peor de los pecados

Que un hombre puede cometer            
No he sido feliz.              
Que los glaciares del olvido       
me arrastren y me pierdan despiadados.           
Mis padres me engendraron para el juego        
arriesgado y hermoso de la vida,            
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé.  No fui feliz.         
Cumplida no fue su voluntad.  
Mi mente se aplicó a las simétricas porfías         
del arte, que entreteje naderías.           
Me legaron valor.  No fui valiente.         
No me abandona, siempre está a mi lado,         
la sobra de haber sido un desdichado.”

Si algo nos debiera enseñar la pérdida de seres queridos es que vivir es una cuestión urgente.  Amar, confiar, creer, esperar, conversar, perdonar, decidir, abrazar, actuar, es urgente.  ¿De qué nos arrepentimos los hombres y las mujeres?  Salvo algún tarado que sólo piensa después de haber actuado, los demás lamentamos aquello que no hemos hecho.  Si hubiera cambiado de carrera a tiempo, si hubiera dejado la empresa antes, si no le hubiera insultado en aquella discusión, etc.  La cantidad de lamentos y nostalgias puede ser tan grande que nos deje una huella indeleble en nuestro estado de ánimo.

Continúa diciendo que la vida es aquello que ocurre, que acontece, que fluye, una vez que hemos hechos nuestros deberes, que hemos cumplido nuestras tareas.  Entonces, como consecuencia de ello, soñamos y vivimos.  ¿Fácil propuesta?  En absoluto, que nadie se engañe.. Es un desafío para mentalidades sabias y fuertes. Los muros existen para darnos la oportunidad de demostrar hasta qué punto deseamos algo.  Los muros están para frenar a la gente que no desea suficientemente algo.  Están para frenar a los demás.

Entre la realidad, con sus pros y sus contras, y la alternativa idealizada, siempre gana esta última.  Entre la realidad llena de compromisos y deberes y la alternativa mitificada, se impone ésta desangrándonos en el oportunismo e injusticia de una comparación irreal.  Por tanto, en cuanto una voz interior susurre acciones y decisiones suficientemente ponderadas y asumidas, lo mejor es seguir sus dictados.  Si no, el futuro nos mostrará el presente, hoy, transformado en pasado hipotecante.

Dueños de nuestro destino

Esta semana me pasaron un video que me dejó pensando bastante en la forma como manejamos nuestra vida familiar y en la importancia que le damos. Creo que en estos tiempos en los que el trabajo nos abruma, dejamos de lado el “arte de vivir” y de redescubrir las cosas que han estado siempre allí. Decía Tomás Melendo:”Mañana cuando llegue a casa, ¿por qué no redescubro a mi mujer? Es distinta a la persona que me despidió ayer. Ese es el mejor antivirus para el sopor familiar, morir cada noche…para nacer cada mañana”.

Para ello, lo primero que se necesita es la intención de querer cambiar, creo que ya estuvo bueno de tomar la posición de intelectual aburrido. Hay que tener antes que nada, ganas de vivir. Aunque suene a palabreo barato, quizá este sea el gran secreto. Es muy diferente comer por obligación que tener apetito, tener ilusión por salir a comer con tu esposa un antojito a un buen restaurant y disfrutarlo; ir a trabajar porque no tengo más remedio que realizar una función que me ennoblece, me reta y enriquece; salir a correr para desestresarme, que disfrutar el entrenar la media maratón (que ya se viene el 29 de Agosto) entre amigos; soportarse como pareja bajo el mismo techo, que renovar y mejorar el primer encuentro; cumplir con mis deberes de padre, que comprender, disfrutar y acompañar a mi hijo recién nacido en su descubrimiento de esta aventura de vivir. En fin, en resumen, es distinto subsistir en la vida que nos ha tocado vivir, sea cual sea, que exprimirla y sacar lo mejor de ella en cada instante.

Como bien dice Nelson Mandela, somos dueños de nuestro destino y capitanes de nuestra alma. Todo comienza con la manera de pensar, que influye en nuestra manera de mirar la realidad, de sentirla y de interpretar lo cotidiano. Eso definirá nuestra manera de actuar y nuestros resultados que finalmente terminarán definiendo la persona que terminaremos siendo y las recompensa que tendremos por ello, lo cual alimentará nuevamente nuestra forma de pensar. Es un círculo vicioso positivo.

¿Y qué puedo hacer para empezar esto? La actitud tiene mucho que ver en esto. El optimismo y el buen humor. Si la vida fuese un teatro, mientras esté en el escenario, me gustaría pensar que los espectadores la vean como una comedia, es mi género preferido, que otros representen una tragedia, yo ya estoy saturado de caras largas y amagadas. Si algo falta en el mundo son payasos que nos hagan reír. Creo que el buen humor es una de las competencias más necesarias no sólo para conseguir un buen trabajo sino para conseguir una buena vida. Lo curioso es que no hacemos bien ni una cosa ni otra, ya no sabemos reír, ni llorar, así está el circo humano, muchas veces lleno de mediocres. 

Por eso quiero terminar este artículo dejándolos con este video, que le devuelven a uno las ganas, de redescubrir no sólo a su mujer sino a su familia completa, véanlo, es muy emocionante, de esos que arrancan una lágrima, que es a menudo una testigo silenciosa y discreta de nuestros momentos más sinceros y profundos. http://www.facebook.com/video/video.php?v=455621345922#comments

Matar para vivir mejor

ABORTOEsta semana me saldré del libreto. Y es que vale la pena hacerlo, porque en el Perú tenemos una polémica generada por la legalización del aborto. Al respecto, leí un artículo muy claro, conciso y sobre todo irrefutable sobre este tema que quería compartir con ustedes. Su autor, es nada menos que Gonzalo Zegarra, Abogado y Editor de Semana Económica:

“No, no pienso invocar ni a Dios ni a la Iglesia. Voy a invocar tan sólo la razón. Aspiro a convencer a ciudadanos libres y pensantes. Porque esta no es una cuestión de fe, sino de consecuencia. Los defensores de liberalizar el aborto han sido muy efectistas y (efectivos) al pintar la penalización como una posición cavernaria por anticuada, e irracional por cucufata o confesional. En contraposición, el libreabortismo aparecería como moderno y racional. Pero no lo es. 

El aborto es pre-moderno

El aborto no tiene nada de moderno. Se practica desde siempre. La tolerancia con el aborto también existe desde siempre. En Occidente, está conceptualizada –y nada menos que en términos teológicos– por lo menos desde el siglo XIII, cuando Santo Tomás de Aquino sostuvo que el alma se adquiere a 40 días de la concepción y por tanto abortar antes no es homicidio. Esa argumentación escolática (“la calidad humana se adquiere en algún momento entre la concepción y el nacimiento”) es evidentemente medieval y por tanto premoderna, pero tiene eco en ciertas facciones del abortismo actual, como veremos más adelante. Y además tiene consecuencias prácticas, pues fundamenta la opción de aquellos países que permiten el aborto irrestricto antes de los tres meses de gestación. El más destacado de esos países es Estados Unidos.

El abortismo no es racional

Ahora bien, la situación legal en EEUU (con su minimalismo constitucional) es del todo distinta a la de, por ejemplo, el Perú. La carta de los padres fundadores norteamericanos no alude ni directa ni indirectamente a la protección del nasciturus. La Constitución peruana, en cambio, es inequívoca: “El concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece” (Artículo 2 inciso 1). Tal afirmación normativa implica que el concebido tiene derechos pero no obligaciones, y esa regla no tiene propósito ni función más importante que proteger al concebido del aborto. ¿De qué otra manera se podría favorecer más al feto que evitando que sea abortado? ¿Cómo podría ser favorecido el concebido –que es lo que manda la Constitución– si su vida mereciera menor protección que la de cualquier otro sujeto de derecho? Peor aun, ¿cómo podría ser cumplido este mandato constitucional si aceptamos que la ley subordine la vida del concebido al bienestar de la madre?

En efecto, el abortismo plantea con gran habilidad que estamos ante un conflicto de derechos. Pero omite precisar que son derechos de jerarquía distinta. Salvo en el aborto terapéutico (ya –correctamente– despenalizado y cada día científicamente más improbable) no estamos ante la fórmula clásica de la legítima defensa: “mato para (sobre)vivir”, sino ante su versión desnaturalizada: “mato para vivir mejor” (o menos mal). No se prefiere una vida sobre otra. Se prefiere cierta calidad de vida sobre la vida misma.

Desde luego que los defensores inteligentes del aborto (como la Corte Suprema de EEUU en Roe vs. Wade) evitan deliberadamente la discusión sobre la vida. “No hay que llevar el debate a ese campo” sentencian al tiempo que invocan desgarradores testimonios y desesperanzadoras cifras estadísticas. Pero, racionalmente, es ahí donde se debe librar la discusión. Es ese (y no otro) el dilema secular moderno de las sociedades democráticas.

Y es que no se puede ser consecuente (o sea, racional) y decir –como lo dice la Constitución peruana– que la vida humana es un valor supremo, pero sólo si ya salió del útero. No se puede sostener racionalmente que la humanidad (en el sentido de calidad humana o pertenencia a la especie) se adquiere con el nacimiento o con cualquier otro accidente (en el sentido de contingencia que le ocurre a un sujeto). Ni el tamaño ni el tiempo del concebido son constitutivos de humanidad (como creía Santo Tomás). Se es humano no por salir del útero ni por medir tanto o pesar cuanto. Tampoco por tener cierta apariencia, o tener brazos o piernas o cerebro siquiera (los animales también tienen cerebro). No hay un soplo de vida en algún momento entre la concepción y el nacimiento que nos vuelva humanos. La humanidad no es accidental, sino esencial. Científica y racionalmente no existe duda de cuándo se configura esa esencia. No hay duda de que antes de la concepción hay un espermatozoide con una carga genética y un óvulo con otra. Son elementos separados y distintos. Cuando se fusionan dan lugar a un nuevo y distintivo ADN humano, una unidad química programada para convertirse en un sujeto igual a cualquiera de nosotros. No se le tiene que agregar nada exógeno para ello. Sólo tiene que transcurrir el tiempo y producirse el espontáneo desarrollo de su potencia ya contenida. O sea, todo lo que ocurre después –crecer, formarse, etc.– no es esencia, sino accidente. Y la humanidad no puede racionalmente residir en una característica accidental. Eso no es fe. Es razonamiento puro.

Y eso es todo lo que la ciencia puede decir; y ya lo dijo. La ciencia no puede decir si el aborto es aceptable o no. Esa es una decisión moral (no necesariamente religiosa) y política. La moral (pública) y la política son racionales (aunque no necesariamente científicas). Es racional la posición ética que respeta colectivamente la continuidad esencial de la vida humana. Pero nos han hecho creer que no lo es. Nos han convencido de que sostener que la concepción marca el inicio de la vida es ceder al pensamiento mágico y entregarse a una creencia esotérica. Discrepo. Para mí, lo esotérico es creer que por arte de magia se adquiere la humanidad (o la dignidad humana) a los tres meses desde la concepción (no se sabe por efecto de qué sustancia o actividad metafísica). También me parece irracional creer que la mutación de ciertas células (para convertirse en tejido cerebral o lo que sea) es constitutivo de humanidad, y por tanto desencadena el derecho del concebido a la protección del Estado. No hay nada científico ni racional en eso. La humanidad no puede situarse más que en el origen y la esencia. La persona no deviene humana. Se constituye como tal desde el inicio.

Si esto es así, está claro que no soy libre de decidir si aborto, porque al hacerlo estoy afectando una vida equivalente a la mía. Y no puede bastar con invocar agnosticismo o ateísmo para librarme de esa verdad, como no puedo librarme de la ilegalidad de un homicidio invocando que no creo en el quinto mandamiento. O que no creo en la humanidad de los judíos.

Al margen de lo que diga la religión, la sociedad laica tiene que decidir desde cuándo protege la vida. No puede tapar el sol con un dedo y dejar de manera facilista que cada uno decida por su cuenta y riesgo si aborta o no. Tal cosa sería aceptable si el aborto no supusiera la eliminación de un tercero. De un igual. Y es que el concebido, como hemos visto, es un igual. Sólo que no parece.

 Competencia de sentimentalismos

¿Por qué protegemos legalmente a los materialmente desprotegidos rente a un eventual crimen? Porque nos ponemos en su situación. Porque queremos que, estando nosotros en esa situación, se nos proteja. Es la consecuencia y expresión de la igualdad ante la ley. Respetamos en general los derechos del otro como garantía de que se respetarán también los nuestros. Para eso el otro tiene que ser visto como un igual, tiene que haber una razonable expectativa de que el atropello al otro haga más probable el atropello propio. Si no hay diferencia cualitativa que justifique la expectativa de un trato diferenciado, respetar y defender el derecho del otro es defender el derecho propio.

Pero si hay una desigualdad estructural que hace razonable la diferencia, el atropello al otro no nos pone en riesgo. Eso es lo que pasa entre la persona humana y el concebido. Mientras más improbable es estar en la situación de la víctima, menos la protegemos.

En el caso del aborto es sencillamente imposible que estemos en la posición del abortado. No hay testimonio posible de un abortado que desate nuestra emotividad e identificación. Nadie (ningún nacido) corre el riesgo de que lo aborten. Por eso el concebido no es considerado un otro ni un igual, como lo es, en mayor o menor medida, la víctima de cualquier otro delito. Como lo es, por cierto, la propia madre abortante. Sufrimos su testimonio, su vergüenza, su desgracia y nos podemos poner más fácilmente en su situación que, por ejemplo, en la del feto. Todo este razonamiento no pretende ni remotamente minimizar el drama de la madre. Todo aborto es una tragedia, y muy intensamente para la madre. Pero no hay que olvidar que es una tragedia con dos víctimas. Hay que reconocer esta realidad, porque el debate público tal como está planteado suele concentrarse en una sola de ellas (o la madre o el feto, excluyentemente). El problema es que la vida del concebido no deseado constituye la infelicidad de la madre. Y si aceptamos esa vida, tenemos que aceptar aquella infelicidad. Y no queremos, porque tal infelicidad nos resulta más cercana, por ser más fácilmente perceptible, que la aniquilación del feto. El abortado es más fácil de esconder, o ignorar, que la madre-víctima.

Por eso es que no hay quien defienda al concebido en concreto en ningún caso. Sus defensores son ideológicos, genéricos, abstractos. Racionalmente, la sociedad que aspira a ser justa tendría que hacer el esfuerzo de imaginarse su situación. John Rawls, el filósofo más influyente del Occidente moderno (reciente), sostiene que cualquier teoría de la justicia tiene que ser planteada bajo un “velo de ignorancia” sobre la futura situación de quien la plantea en ese sistema. O sea, que cualquier regla social debe ser pensada como si uno pudiera caer en la situación de mayor desventaja posible en relación con la aplicación de esa regla. Yo creo que eso se debe aplicar al aborto. Hay que diseñar las reglas jurídicas como si uno pudiera ser abortado. También como si uno pudiera ser abortante (incluso violado, etc.). Pero en todos los casos eso supone que entre ser infelices y morir, preferiremos vivir infelices. Al menos como regla general. Lo contrario (preferir morir que ser infeliz) es excepcional.»