Solo gana el que acepta la derrota…

Actualmente uno encuentra fácilmente cursos y diplomados para todo, ventas, contabilidad, marketing, etc. Sin embargo, cuando tiene un gran problema personal, que difícil saber como gestionarlo. Si algo he aprendido sobre esto, es que cuando uno sufre momentos complicados en su vida, éstos no nos dejan indiferentes, o sacan lo mejor de nosotros o nos quiebran de manera definitiva. Hay un antes y un después de nuestra propia crisis. Y generalmente, si sabemos gestionarla, lo que sale es una persona más madura y fuerte. Michel Jordan dijo: «He fallado más de 9,000 tiros en mi carrera.  He perdido más de 300 partidos.  En 26 ocasiones se me concedió la responsabilidad de encestar la última canasta y me equivoqué.  He fallado una y otra vez en mi vida deportiva.  Por este motivo triunfé.” El error es la otra cara de la excelencia.

Tarde o temprano llegará de visita la adversidad, siempre inoportuna por cierto, disfrazada de la muerte de un ser querido o de un desencanto amoroso, ya sea divorcio o enfriamiento de la relación, o de una pérdida de trabajo o de la marcha de un amigo del alma.

¿Cómo gestionarla?

Nadie mejor que Santiago Alvarez de Mon, Profesor principal del IESE de España y uno de los mejores coach del mundo para darnos una respuesta coherente. Nos dice que ante la visita de esa “exigente maestra” (ya que nos obliga a estudiarla, a aprender  de ella y a sacar lo mejor de nosotros), hay que reconocerla y hacer las paces con ella. JK Rowling, la autora de Harry Potter comentó recientemente en una entrevista que el fracaso le enseñó cosas de sí misma que no hubiera podido aprender de otra manera.  Descubrió que tenía más voluntad y disciplina de lo que pensaba. Uno nunca acaba de conocerse ni conocer hasta donde es capaz, hasta que no sea probado por la adversidad. «Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo.  Lo que cura al hombre no es huir del dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella» decía Benedicto XVI.

No transformas una realidad que niegas, tienes derecho al “bajón”, al miedo inicial, a la frustración y una vez que interiorizas esas emociones eres capaz de gobernarlas. Esto nos obliga a hacer “arqueología interior”, a recurrir a recursos que están allí inexplotados, profundizar, identificar nuestras fortalezas y debilidades y saber utilizarlas. Hay varios que pueden quebrarse, normalmente aquellos que han tenido la intención de salir pero la fuerza de voluntad ha estado débil.

Nos dice Alverez de Mon: “Cuando se presenta la adversidad, fabricar una respuesta esperanzada, me parece patrimonio de gente singular y creo que allí más que nunca, es donde  movilizas tu talento, donde cosechas todo lo que has invertido antes, en paciencia, perseverancia, lucha, disciplina y una mentalidad de optimismo. En los desiertos de la adversidad es cuando más lo necesitas. Con la forma habitual de pensar, con el andamiaje meramente  intelectual, no llegas, no ganas el partido, necesitas de todos tus recursos. Necesitas sacar a la superficie emociones, afectos, lucha interior y mucha fuerza de voluntad y energía.”

Menciona también que el tiempo tiene una relación directa con la adversidad. En 1993, final de  Wimbledon, jugaban la final Jana Novotna contra Steffi Graff, en ese entonces No1. del ranking. Iba 6-7 el primer set, 6 a 1 el segundo y 4 a 1 y 30 a cero a favor de Novotna, decir, a dos pasos del 5 a 1 y  campeonar. Perdió el punto y en 10 minutos Steffi remontó y ganó el set y el campeonato. ¿Qué pasó con Novotna? Su cabeza en lugar de quedarse en el presente, viajó al futuro, se imaginó la gloria, el recibimiento apoteósico en su país celebrando su primer triunfo, como le cambiaría la vida, y cuando se fue dos pasos adelante, la concentración se fue y perdió. No ganó Steffi, perdió Novotna.

En otro episodio, Greg Norman, el mejor golfista en ese año, en 1997, jugando el Abierto de Augusta, a 4 hoyos tenía 5 golpes de ventaja, la pelota cae en una zona difícil del campo, viajó al pasado, se acordó que había fallado hace dos años en una situación muy parecida, entrena el swing y con el pensamiento de no tirarla al lago y se dice a sí mismo: “Greg, acuérdate de la vez pasada, fallaste, ten cuidado” y vuelve a tirarla al lago, se desconcentra y pierde el campeonato. El siguiente torneo le pasó exactamente lo mismo. Su cabeza en lugar de viajar para adelante como en el caso anterior, viajó hacia atrás.

En ambos casos hay una mente hiperactiva, viajera, que no es capaz de coserse al presente y en ese sentido pierden tenista y golfista. En la adversidad, la vida te urge a descifrar, a exprimir, las claves del presente, que no es capaz de quebrarnos, incluso cuando es más cruel.

Cuando hay angustia (el miedo a lo que pasará en el futuro) es que nos hemos ido al mañana, la incertidumbre, el hábitat natural del ser humano, llega a niveles altísimos innecesariamente. Y cuando nuestra mente piensa demasiado en el pasado, nos vamos a la nostalgia, en la que algunos viven anclados en lo peor.

Que importante tener una visión circular del tiempo, en la que el presente está lleno de un futuro que sueñas para ti y para tus seres queridos y de un pasado agradecido cuando piensas en tus padres o cuando ves fotos de cuando eres pequeño. Al final, lo único que tienes es el presente. Y si uno escucha o lee a muchas personas que han pasado por grandes problemas y han salido de ellos, todas ellas hablan de la intensidad, la energía, el nivel de concentración que tenían para limitarse a estar en el presente. Las mentes dispersas no pueden conquistar el futuro, el futuro se hace hoy, con esfuerzo, con capacidad de luchar, solo eso ya es suficiente para triunfar en nuestro fuero interno, los resultados, ganar o perder, las consecuencias de lo que hacemos, forman parte de otro partido en el que no llevamos las riendas. Que importante pero a la vez difícil es aprender a gestionar la adversidad, en lugar de tratar de escapar de la misma. Deberíamos tener muy claro que parte del camino que lleva a la felicidad implica, necesariamente, luchar y gestionar  la adversidad.

 

«Los muros existen para darnos la oportunidad de demostrar hasta qué punto deseamos algo.  Los muros están para frenar a la gente que no desea suficientemente algo.  Están para frenar a los demás. Sin embargo, el éxito es territorio conquistado por aquellas personas que aprenden a perder. Sólo gana el que acepta la derrota, sólo cae el que camina, sólo se equivoca el que decide.” Santiago Álvarez de Mon

Conversando sobre el dolor

Hoy en la mañana estuve con un gran amigo, que lamentablemente está pasando por una, no se si considerarla ligera o mediana, depresión. Me comentaba que tiene problemas serios en su matrimonio, ha empezado a cuestionar varias cosas, lo cual le generaba ansiedad por su futuro, a corto, mediano y largo plazo, ya que es una persona que pensaba que tenía todo controlado, y que además, es o por lo  menos se creía “de una sola pieza”. Me decía que tenía “el sentimiento de la falta de sentimiento”, algo tan intenso y profundo, que hasta llegó a decirme “Ya no puedo estar más triste”. Me decía lo fácil que era enamorarse, y lo difícil que era mantenerse enamorado, y es que así es, un matrimonio es siempre difícil, quien está casado lo sabe, es casi siempre cuesta arriba, y pocas veces cuesta abajo.

Había entrado en esta lucha interna entre cabeza y corazón, quienes normalmente caminan cada una por su lado, me viene a la memoria aquella tremenda frase de Pascal “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Era como si estuviese mirando únicamente al pasado, como si no tuviese forma de proyectarse al futuro, o si lo hacía, éste se volvía incierto y aterrador. Probé mis mejores consejos, repetir las mejores frases de expertos, lo escuché y traté de compadecerlo, le dije que quizá por lo que estaba luchando eran espejismos de felicidad, que enfoque bien sus motivaciones, le recomendé un par de libros, mis mejores artículos de este blog sobre esos temas, pero nada, no logré absolutamente nada. Hay momentos en los que la teoría no sirve, no es suficiente, ayuda si, pero tiene un límite, y hoy lo comprobé. Hoy me sentí frustrado de no haber podido ayudarlo.

 

Quizá lo que necesite es ayuda especializada. Igual, uno nunca sabe, le acabo de mandar una frase que por casualidad leí esta semana y que de alguna manera creo que podría ayudarlo: “¿Qué como se lleva el dolor con paz y alegría? Viendo detrás de todo la mano de Dios, que no es un tirano, es un padre. No es un padrastro, es nuestro padre, que no desea ningún mal para sus hijos, de manera que acepta lo que venga así no lo entiendas, que de allí saldrá mucho bien.” San Josemaría

Woody Allen decía irónicamente que la única forma de ser feliz es que te guste sufrir el dolor, me imagino que porque cuando sales de él, descubres una nueva alegría, la saboreas más, bien dicen que después de todo final, siempre hay un nuevo principio. Donde hay vida, hay problemas, hay dificultades, crisis, en resumen, adversidades que hay que vencer para salir reforzados y salir adelante.  Ya lo decía Winston Churchill “Si estás pasando por un infierno, sigue caminando”, “…y terminarás saliendo de él” Enrique Rojas.

El post de esta semana, no es como los demás, no tiene un final feliz, sino uno real. Los dejo con este video que le pasé también, en el que uno a veces se ahoga en su propio dolor, sin saber que es poco, comparado con lo que sufren los demás.

¿Qué nos hace estar felices?

La pregunta de las preguntas es “Qué nos hace ser felices” y en varios artículos he comentado que está muy relacionada con la tranquilidad de conciencia, con saber que estamos haciendo y luchando por hacer lo que debemos hacer en ese momento. Sin embargo, pocas veces he tocado el tema de “estar felices” un concepto más relacionado a bienestar, a algo pasajero, pero no por ello menos importante.

Para ensayar una respuesta que nos sirva, me he apoyado en Tal Ben Shahar, quizá el referente a nivel mundial en este tema, Psicólogo y a cargo del curso con más alumnos inscritos en la Historia de Harvard “Psicología Positiva”.  En su bestseller Happier definió la felicidad como una combinación entre significado y placer. «Si trabajo en algo que es significativo para mí, si siento que es importante, si creo que hace la diferencia, y si además disfruto de mi trabajo y experimento placer, entonces, mi trabajo me entrega felicidad», ejemplifica. Si lo que hacemos es sólo significativo o sólo placentero, aquello no es suficiente para sostener la felicidad, es imposible experimentar significado y placer todo el tiempo, «pero si lo experimentas la mayor parte del tiempo, es una relación feliz».

Ben-Shahar cita constantemente estudios que avalan su planteamiento: «hay investigaciones», asegura, «que muestran que la gente que escribe una lista de cinco cosas por las cuales debe agradecer es gente más feliz, más optimista, más exitosa, físicamente saludable, más simpática y más generosa con los demás».

Uno de los temas que llama la atención de su libro es la relación entre religión y felicidad que da a entender. Dice  que  cuando uno observa las investigaciones, la gente religiosa generalmente es más feliz que la no religiosa. La religión entrega significado: sé por qué me levanto cuando despierto en las mañanas, sé lo que estoy haciendo cuando voy a la iglesia los domingos. Sabemos que la gente que expresa gratitud es más feliz que la que no lo hace, y en la religión hay un mecanismo interno, que te conduce a la gratitud.

Algunos consejos que da para estar felices:

1. Permítase ser humano. Cuando aceptamos las emociones, como el miedo, la tristeza o la ansiedad, como naturales, somos más propensos a superarlas. Rechazar nuestras emociones, positivas o negativas, conduce a la frustración y la infelicidad.

2. Tenga en cuenta que la felicidad depende principalmente de nuestro estado de ánimo, no del estado de nuestra cuenta bancaria. Salvo en circunstancias extremas, nuestro nivel de bienestar está determinado por aquello en lo que elegimos enfocarnos, y por nuestra interpretación de los acontecimientos externos.  Por ejemplo, ¿Cómo vemos el vaso, medio lleno  o medio vacío? ¿Vemos al fracaso como algo catastrófico, o como una oportunidad de aprendizaje?

3.  ¡Simplifique! Estamos, en general, demasiado ocupados tratando de hacer cada vez más actividades en menos tiempo.  La cantidad influye en la calidad, y comprometemos nuestra felicidad cuando tratamos de hacer demasiado.

4. Recuerde la conexión mente-cuerpo. Lo que hacemos,  o no hacemos, con nuestro cuerpo, influye en nuestra mente. Hacer  ejercicio regularmente, dormir lo suficiente y comer de forma saludable, lleva tanto a la salud física como mental. Sigue leyendo «¿Qué nos hace estar felices?»

No te rindas!

Dicen que no es la victoria lo que hace grandes a las personas, sino su capacidad para luchar por dar lo mejor de sí mismos. Hoy me he puesto a reflexionar sobre la adversidad. Ya cansado de hablar y leer sobre felicidad, miro la otra cara de la moneda. Y es que creo que solo los locos y los muertos son los únicos que no sufren. Nadie es feliz siempre, a todos nos visita esa “exigente maestra” que es la adversidad, de nosotros depende aprender de ella y madurar o dejar que pase por encima de nosotros.

Leyendo varios artículos y libros sobre estos temas, me he dado cuenta que es muy fácil hablar y aconsejar en tercera persona, “No sufras”, “No te preocupes”, “De ti depende”, “Piensa en otra cosa”, ¿parece fácil no? A ver pues, tu mismo cambia de pensamiento cuando te pase, la cosa cambia… Siento también que todo esto es muy teórico, las recetas nunca faltan, pero cuando uno está realmente complicado, que difícil se vuelve salir, poco o nada sirven los buenos deseos, los libros y los artículos. La realidad es otra, solo conocida por aquellos que la han vivido (o la hemos vivido). Creo en aquellos que aconsejan cuando están o han estado ya al otro lado de la mesa, que han jugado el partido y no se han dedicado a dar órdenes desde la tribuna, que han perdido la confianza en si mismos y luego la han recuperado y que han hecho quizá lo más difícil, luchar para no caer y cuando se cayeron, se levantaron rápido.

En momentos como esos, la lucha, la resiliencia, la fortaleza se vuelven aliados, amigos del alma a los que uno tiene que acudir, nada fácil por cierto, difícil tarea, pero inaplazable. Mi padre me dijo en algún momento, que cuando llega el momento de sufrir el dolor, vale más sacar de adentro valores como la fortaleza que un gran conocimiento teórico, algo de compasión humana más que un gran valor, y estar más cerca de Dios más que ninguna otra cosa.

Enrique Rojas, gran psiquiatra español decía que para no rendirse hay que tener una visión larga de la jugada que consiste en pasar por encima de las cosas negativas cercanas y lejanas y darle la vuelta a los argumentos que nos ayuden a crecer como personas. Hoy a menudo se tiene una visión corta de la jugada: es la inmediatez; el déficit que encontramos en nuestro día a día y son muchos los que se quedan ahí enganchados sin capacidad de proyectarse hacia adelante.

Es por ello que en momentos de vacilación me sirve de mucho utilizar el mismo grito de guerra que utilizó en su campaña Tony Blair: “No te rindas”. Y claro, superman no existe, todos caemos, el truco está en levantarse rápidamente, luchar por el hoy. “Hoy no”, el mañana, a lo peor no llega. Es el principal argumento de un drogadicto para curarse, “Hoy no”, alguien que no puede pensar en dejar las drogas para siempre, justamente porque su enfermedad no son las drogas, lo que tiene enferma es la voluntad. Por ello, nada mejor que fijarse pequeños objetivos.

Al respecto, nos dice Enrique Rojas: “Hay tres fórmulas para no rendirse: la primera, distinguir entre metas y objetivos. Las metas son muy amplias y vagas, y los objetivos son medibles. Por ejemplo, una persona que sufra anorexia no avanza por la meta genérica de curarse de la enfermedad, sino con objetivos por etapas como «no pesarme cada día», «luchar por no vomitar», «comer en familia» o «no mirarme al espejo». La segunda cuestión importante es tener una buena educación de la voluntad, a la que la psicología moderna considera más importante que la inteligencia. Y, en tercer lugar, nunca hay que sentirse derrotado y hundido. El mensaje de optimismo es que hay que entrenar a la persona no para el éxito, sino para el esfuerzo.”

Sabias palabras las de Rojas, exigen un cambio de paradigmas en la sociedad, ¿el éxito? ¿Qué es el éxito si no viene acompañado de esfuerzo? Valero Rivera, el entrenador  más exitoso de todos los tiempos del equipo de balonmano del Barcelona decía que “Solo pierde el que no da todo lo que lleva dentro” o si lo quieren ver de otra forma, solo es exitoso el que da todo de si, independientemente del resultado.

Esforzarse consiste en vencer poco a poco los obstáculos, cada obstáculo lleva consigo un aprendizaje, el error, “la otra cara de la excelencia”. Aprender es tomar nota de lo que ha ocurrido y extraer de ello una pequeña lección: no es más sabio el que menos se equivoca, sino quien más aprende de los errores. Como diría Tal Ben Shahar, hay que aprender a perder, y perder para aprender o como dejó escrito Unamuno, «no darte por vencido ni aun vencido, no darte por esclavo ni aun esclavo».

Para terminar copio un gran poema de Mario Benedetti que justamente se llama “No te rindas”. No nos demos por vencidos y sigamos luchando, contracorriente y a pesar de las dificultades, reveses y sinsabores. Lo intentamos?

NO TE RINDAS

No te rindas, aún estás a tiempo

De alcanzar y comenzar de nuevo.

Aceptar tus sombras,

Enterrar tus miedos,

Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,

Continuar el viaje,

Perseguir tus sueños.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se esconda,

Y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma

Aún hay vida en tus sueños.

Porque lo has querido,

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,

Quitar los cerrojos,

Abandonar las murallas que te protegieron,

Vivir la vida y aceptar el reto,

Recuperar la risa,

Ensayar un canto,

Bajar la guardia y extender las manos

Desplegar las alas

E intentar de nuevo,

Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas.

Porque esta es la hora y el mejor momento.

Porque no estás solo.

Mario Benedetti

Valores para gestionar la adversidad

Transcribo esta excelente entrevista que le hicieron a Santiago Alvarez de Mon, brillante profesor de Gobierno de personas en el IESE, la Escuela de Negocios #2 a nivel mundial en capacitación ejecutiva según el último Ranking de Finantial Times:

Usted ha entrevistado y ha seguido la trayectoria no sólo de líderes empresariales, sino en general de personas que han hecho frente a la adversidad. ¿Qué valores son denominadores comunes en estas personas?

Uno de ellos es la humildad. Es un valor que maneja bien el error y maneja bien el éxito. La humildad está educada en el aprendizaje. Te abre la mente. Estas personas cuando se han equivocado alzan el vuelo y siguen caminando. Y cuando parece que les van bien las cosas no se lo creen demasiado.

Otro es la constancia, la gente grande llega muy lejos porque no sólo está en “el aquí” y “el ahora”. Están pacientemente dando pasos firmes en la dirección correcta. Además es gente curiosa, y quiere rodearse de gente de talento a su alrededor. No se “comparan con”, sino que “quieren aprender de”. Quieren gente brillante a su lado. Y es gente optimista, cuando tienen muchos motivos para ser pesimistas. Eligen el optimismo como mirada vital, justa. Y tienen sentido del humor. Creo que esto es un corolario natural de ser humilde. En lugar de tomárselo a la tremenda, tienen el humor como filtro para vivir. El humor realmente te salva de la depresión. No sólo es gente que cuenta chistes, sino que se ríen de sí mismos. Cobran distancia y perspectivas frente a sí mismos y deciden armar una relación comprensiva, amable con ellos mismos y para ello se requiere del humor. Una vez que te conoces, o te  deprimes o te ríes.

¿Qué papel tiene el sentido del humor en el liderazgo?

El sentido del humor es el que te permite manejar el poder y no quedar pegado en sus telarañas, porque liderazgo no es sinónimo de poder. El lenguaje es muy rico, y no porque una persona ocupe el puesto de consejero delegado, de director general o de presidente tiene liderazgo. Tiene el poder, el estatus, pero no la credibilidad, la influencia, el “plus” de influencia del liderazgo. Otras personas tienen liderazgo pero a lo mejor precisamente por tenerlo no lo ven reconocido por cuotas de poder.

¿Cuánto poder tuvo Tomás Moro? Sin embargo, para mi es un referente. ¿Cuánto poder tuvo Gandhi, en algunos pasajes de su vida? ¿Cuánto poder tuvo Mandela en la cárcel, aunque luego fuera presidente de Sudáfrica? ¿Cuánto poder tenía Lincoln? Iba recogiendo errores tras errores, fracaso tras fracaso hasta llegar a la presidencia. Toda esta gente son curiosamente seres sociales, solidarios y expansivos pero que manejan muy bien su soledad. El liderazgo tiene que ver con gente que se rodea de gente competente, influye sobre sus colaboradores pero también sabe estar en soledad. El drama del hombre moderno es que no sabe estar solo. Con respecto al humor, si el liderazgo es un proceso de transformación, de liberar la energía y el talento de los seres humanos a los que se dirige, sí tiene que ver con institucionalizar los procesos de aprendizaje; dada nuestra condición humana, nuestra fragilidad y vulnerabilidad, siempre habrá errores. ¿Cómo manejo el error, para que sea una fuente de aprendizaje? El humor es el que te evita caer en la desesperanza, el que te evita deprimirte, el humor es el que te permite no dimitir. Creo que el humor es la tribuna desde la que puedes gobernar tu vida. Decía Ortega “Si quieres liderar impera sobre ti mismo”. Y para imperar sobre ti mismo hay que ir a la base de tus carencias y entonces requieres de esa mirada amable y comprensiva, cariñosa y simpática que es el humor.

¿Quién define el éxito?

Si lo define tu lugar en el campeonato te vas a ir a la infamia o a la depresión. Pero si soy yo quien define el éxito, seré ganador siempre. Yo he visto a mi hijo ganar partidos de tenis y le he dicho “Hoy has ganado, pero has jugado al tenis sin disfrutar” Y ha habido veces que se me ha caído la baba y realmente ha ganado el partido. Y él me dice “papá, pero si he perdido” Y yo le respondo  “¿Te lo has pasado bien? ¿Has jugado tu mejor tenis, has aprendido? ¡Pues has ganado!”. El partido importante es el que se juega dentro.

¿Cómo gestionar la adversidad? II Parte

LA ESPERANZA, ESA ILUSIÓN

Uno de los mejores consejos que recibí para salir airoso de la adversidad lo tomé de Mar Cogollos,  joven psicóloga mundialmente famosa, que por un accidente quedó hemipléjica a los 20 años, y que nos dice en plena depresión, en su libro Elogio de la debilidad: “Descubrí que podía hacer mucho por los demás. Ayudarme y volcarme con ellos hizo que pasase de puntillas por la fase dela depresión. A todos les sorprendió, a mi también, lo pronto que aterricé y acepté mi nueva condición. Pensé que si aquel día no me quedé allí es porque aún tenía cosas importantes que hacer en esta vida. Recuerdo que pensar y ayudar a los demás me ayudó muchísimo en mi recuperación. Mis compañeras tenían que levantarse e ir al gimnasio porla mañana. Les urgía a que se arreglaran, que se peinaran, que siguieran siendo mujeres, la vida continúa. Cuando abandoné el hospital una persona me dijo, que no te miren con pena sino con admiración, y eso va a depender exclusivamente de ti. Y es que cuando te enfrentas a una adversidad, muchas veces te saca de dentro lo que tenemos, esa necesidad de darnos más generosamente a los demás”.

ESA META TAN ESQUIVA LLAMADA FELICIDAD

Muchas veces es cuando tienes una gran caída o ayudas a alguien que la tiene, cuando te das cuenta de que lo tuyo es nada. ¿Secretos para gestionar la adversidad? Allí va uno y gratis, valora las cosas buenas que tienes en contraposición con todo lo que sufren los demás, deja de mirarte a ti mismo, que la puerta de la felicidad se abre hacia afuera, no hacia adentro y concéntrate más en ser feliz que en hacer creer a los demás que lo eres, y para ello, piensa que es lo que realmente te hace serlo, no hablo de un estado de ánimo, hablo de algo mucho más profundo, más trascendental. Muchas de las cosas que nos hacen “estar” felices, no nos hacen “ser” felices.

Continua diciendo Alvarez de Mon: “Situar la felicidad en términos absolutos, soy o no soy feliz, me puede hacer muy infeliz, sobre todo si tengo motivos para ser feliz.  Mujer maravillosa, hijos de los que sentirse orgulloso, trabajo tan estimulante que a menudo me hace perder la sensación de trabajo, salud, estabilidad económica… Si en esas circunstancias un día que no puedo tirar de mi alma, me interrogo a mí mismo sobre la felicidad, y se muestra ausente y olvidadiza, me puedo encontrar con un gran problema.  Si en cambio entiendo la felicidad como una cuestión de grados, hoy podría saltar hasta el infinito, ayer sonreír era un parto, y acepto su naturaleza evolutiva, seguro que aumentan las posibilidades de que me saque la lotería.  Las alegrías y las penas son un componente inevitable de la aventura de vivir.  Encuentros inolvidables, despedidas desgarradoras, risas contagiosas, lágrimas desbordadas, conversaciones memorables, fracasos hirientes, éxitos deslumbrantes, errores garrafales, jalonan la controvertida y dual trayectoria de nuestras vidas.  Aceptar que hoy me siento triste, que me faltan las fuerzas, que me reconozco limitado y vulnerable, y que pese a todo aspiro a seguir aprendiendo con humildad, paciencia y sentido del humor, puede ser la mejor fórmula para que la felicidad me visite con cierta frecuencia.”

Tres ingredientes para ser feliz:
Pensar poco en uno mismo. Pensar mucho en los demás. Reírte de ti mismo e ir por la vida con las luces altas.

 Tres ingredientes para superar la adversidad:
Interiorizarla, entender que pasa por algo y hacer arqueología interior para sacar lo mejor de nosotros para combatirla.

¿Cómo gestionar la adversidad? Parte 1

Para gestionar la adversidad primero hay que aprender a gestionarnos a nosotros mismos, lo cual tiene mucho que ver con conocernos, no solamente identificar nuestras fortalezas y debilidades, nuestros propios valores, sino también de cómo fortalecerlos o reorientarlos según sea el caso.

LA GESTIÓN DEL YO

Según Peter Drucker, el éxito en la economía del conocimiento llega a quienes se conocen a sí mismos; y la única manera de descubrir nuestras fortalezas es mediante el feedback. Decía que cada vez que tomamos una decisión o una acción clave, debemos escribir lo que esperamos que ocurra. Un año después, deberemos comparar los resultados reales con nuestras expectativas. Practicado consistentemente, este simple método nos mostrará al cabo de un tiempo bastante breve, tal vez dos a tres años, dónde radican nuestras fortalezas; que estamos haciendo o dejando de hacer que nos priva de los plenos beneficios de nuestras fortalezas. También nos mostrará nuestras debilidades, donde no poseemos fortalezas y donde nos podemos desempeñarnos.

De esta idea se desprende que el enfoque debe ir en las fortalezas, invertir en ellas para obtener mejores resultados, saber situarnos en donde más podamos potenciarlas y obviamente trabajar en ellas para mejorarlas. Comparar las expectativas con los resultados también señala qué no se debe hacer. Todos tenemos una gran cantidad de áreas en las que no poseemos ningún talento o habilidad y donde es poco probable que lleguemos siquiera a ser mediocres. Asimismo, es muy importante entender a las personas con las que trabajamos, para hacer uso de sus fortalezas.

BIENVENIDA LA ADVERSIDAD

Una vez que recibimos la visita, siempre inoportuna, de la adversidad,  no quedamos igual, o saca lo mejor de nosotros o nos quiebra de manera definitiva. Si queremos sobrevivir, primero hay que reconocerla e interiorizarla.  No se puede transformar una realidad que se niega.  Gustavo Zerbino, quien sobrevivió más de 50 días luego de caerse el avión que lo llevaba con el resto del equipo de rugby uruguayo,  decía que la receta para no deprimirse cuando viene un problema es asumir que va a pasar lo peor pero con la esperanza de que pasará lo mejor.

Ayuda mucho el vivir el presente, ya que por si solo no es capaz de quebrarnos. Solo lo hace si  nos angustiamos, que es cuando nos hemos ido al futuro, o si viene la melancolía, que es cuando nos hemos anclado en el pasado. Es en el presente cuando hay que tener valentía para enfrentar los miedos y vencerlos, bien dicen que la valentía no es la ausencia del miedo sino la superación de éste.

LA TRISTEZA, ESE TUNEL

Cuando en la vida se presenta la adversidad a través de la pérdida de un ser querido o de un despido, o de una separación, es allí donde cosechas todo lo que has sembrado antes, si has invertido en paciencia, compasión, optimismo y perseverancia, definitivamente la recibirás de otra manera. Necesitamos profundizar y sacar de la superficie estas cualidades.

Por más que tratemos de evitarla, la adversidad nos visitará, tarde o temprano. Ya lo decía el Papa Benedicto: “Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo.  Lo que cura al hombre no es huir del dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo”.

Es fundamental no pretender escapar de la pena que no es incompatible con la felicidad, por el contrario, son complementarias. Santiago Alvarez de Mon, profesor del IESE decía: “Todos deberíamos tener el coraje de enseñar y la madurez de aprender que parte del camino que lleva a la felicidad implica, necesariamente, algún dolor. Es como la persona que se resiste a envejecer.  Puede hacer lo que quiera, es una apuesta que tiene perdida.  Podrá retrasar el proceso, engañar a los demás con la cosmética, vestir su cuerpo de modo que luzca mejor, pero si su interior no está en calma, en paz con la edad que tiene, envejecer es un drama cotidiano e irreparable.  No busco sufrir, ni quiero ese test para nadie, pero eliminar ese verbo de mi diccionario, suprimirlo de golpe y porrazo, me condena sarcásticamente a sufrir más.”

La adversidad, esa maestra

«Todo el mundo descubre, tarde o temprano, que la felicidad perfecta no es posible, pero pocos hay que se detengan en la consideración opuesta de que lo mismo ocurre con la infelicidad perfecta». Santiago Alvarez

 

Hoy en día se habla mucho sobre la crisis mundial que supuestamente está por venir, sin embargo, hay crisis mucho más importantes e impactantes que esa, la crisis personal, también llamada adversidad. ¿Alguien puede decir que no conoce la adversidad? Una “exigente maestra” que se suele presentar a distancia de días disfrazada de muerte de un ser querido, despido, desilusión, angustia, etc.  Muchos la evitamos a como sea, pero ¿Cómo seríamos si no hubiésemos tropezado con la adversidad? Seguramente orgullosos, superficiales, y probablemente no tan felices. Dicen que quien no ha pasado un gran sufrimiento, no ha conocido una gran felicidad, ya que es justamente en los cambios de un estado a otro cuando la valoras. Una persona que siempre ha tenido todo en su vida, probablemente la mayoría de las cosas le aburran, si lo comparamos contra uno que después de pasar muchos problemas y encausar su vida, disfruta de cosas que nunca ha tenido antes.

 Luis de Moya, un tetrapléjico, habla en su libro, “La quinta esencia del sufrimiento” sobre la falta de sentido en el dolor humano: sufre de verdad el que no sabe por qué. Esto sucede, por ejemplo, cuando el dolor es muy intenso y prolongado o sin esperanza de mejora y sin una visión trascendente de la propia existencia.

Peter Drucker, el padre del Management, decía que la mayoría de problemas en el mundo no ocurren porque se presentan mal las soluciones, sino porque las preguntas están mal planteadas. Cuando llega la adversidad, la pregunta correcta no es ¿Por qué? Sino ¿Para qué? ¿Qué quiere Dios de mi con este dolor? ¿Para qué me lo he enviado? Es decir, ,encontrarle un sentido al sufrimiento, un sentido a la vida.

Nos dice también que “Podemos plantearnos diversas formas de remediar nuestro dolor. Quizá pensamos ante todo en la ayuda y el consuelo que pueden ofrecer los demás, pero esto es la segunda parte. El primer remedio para el sufrimiento está en uno mismo, en el que sufre. “La enfermedad -por ejemplo- me es dada como una tarea; me encuentro con la responsabilidad de lo que voy a hacer con ella. Para curar a una persona lo único que necesitas es ayudarle a que encuentre un sentido a su vida. Cuando un hombre tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo” (V. Frankl, El hombre en busca de sentido).

 lgunos necesitan forzar periódicamente la diversión, si no -incapaces de ver atractivo en el trabajo, en la amistad, en la generosidad…, en lo ordinario de cada día- la vida les resulta insípida cuando no amarga. Buscar ser y estar felices es un equipaje necesario para viajar por este mundo, pero esa felicidad, a veces viene de la mano de la adversidad.

 Francesc Mirailles, en “Conversaciones sobre la felicidad”, decía que las personas que siempre quieren ser felices son las más desgraciadas que conoce. Y es que uno es feliz cuando se conforma con lo que tiene, cuando tiene la conciencia tranquila de saber que que está haciendo lo que debe. Y es que la infelicidad está causada por un exceso de deseos y sobreviene cuando nos marcamos unos deseos tan elevados que nuestra realidad choca con eso.

Cuando en nuestra escala de motivos y necesidades el dinero no ocupa un lugar destacado, sorpresivamente suele venir por añadidura.  Más que un objetivo preferente, se convierte en una grata consecuencia.  Esto es algo que me he encontrado en multitud de profesionales que a fuerza de disfrutar y sentirse intelectual y emocionalmente vinculados a su profesión, han acabado ganándose muy bien la vida.

 El hecho de querer fijar una posición respecto a si nuestra vida es o no feliz, puede llevarnos a conclusiones erróneas, más aun si es que tenemos razones para ser felices, como un buen trabajo, una familia a la que queremos o una posición económica estable. Con todo ello, habrán días en los que la pasaremos muy mal, si en cambio, entiendo la felicidad como algo que va y viene constamente, y lo interiorizo, seguramente tendré mucho más posibilidades de serlo, ya que me guiaré por parámetros que no dependen necesariamente de los estados de ánimo. Ya lo decía Santiago Alvarez de Mon:  “Las alegrías y las penas son un componente inevitable de la aventura de vivir.  Encuentros inolvidables, despedidas desgarradoras, situaciones hilarantes, reuniones tediosas y lentas, risas contagiosas, lágrimas desbordadas, conversaciones empáticas, desencuentros repetitivos, éxitos deslumbrantes, errores clamorosos, jalonan la controvertida y dual trayectoria de nuestras vidas.  Aceptar que hoy me siento triste, que me faltan las fuerzas, que me reconozco limitado y vulnerable, y que pese a todo aspiro a seguir aprendiendo con humildad, paciencia y sentido del humor, puede ser la mejor fórmula para que la felicidad me visite con cierta frecuencia.”

La profesión más feliz del mundo

Hace un par de semanas leí un estudio de la Universidad de Chicago publicado por la prestigiosa revista de negocios estadounidense Forbes que  revela que los sacerdotes ocupan el primer lugar en el ranking de las profesiones más felices.

Otras profesiones que figuran en el estudio son la de bomberos, psicólogos y médicos, es decir, profesiones con un alto contenido de vocación de servicio. Quizá ese sea uno de los principales secretos para ser feliz en el trabajo, el empeñarnos en que los que están con nosotros lo sean primero.

Dado que me pareció sumamente raro en un mundo alérgico a la religión que se haya llegado a tal conclusión, me puse a navegar por Internet y me encontré con una carta enviada por el Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, comentando dicho estudio  que me pareció importante resumirla, más aun ahora que estamos en tiempos de navidad.

“Se agradece este dato que nos da la oportunidad de testimoniar la salud de nuestra vocación sacerdotal, en medio de unas circunstancias más bien adversas. A lo largo de mi vida me han preguntado con frecuencia –y últimamente más- sobre el grado de satisfacción con el que he vivido como cura y ahora como obispo. Puedo decir en verdad que he sido, soy, y con la gracia de Dios espero seguir siendo, inmensamente feliz. Lo cual no implica que en mi vida no haya dolor y dificultades… Por eso mi respuesta ha sido siempre la misma: “Aunque sufro, soy muy feliz”. Sufro por mis propias miserias, pero también sufro en la misma medida en que amo; porque no puedo ser indiferente a los padecimientos de quienes me rodean, ni a la pérdida de sentido en la vida de tantos. Es más, no creo en otro tipo de felicidad en esta vida. La felicidad “rosa”, carente de problemas y de preocupaciones, no sólo no es cristiana sino que, simplemente, “no es”.

Es posible que resulte más fácil entender la felicidad sacerdotal en otro tipo de contextos sociales, como es el caso de los misioneros, quienes ordinariamente pueden “tocar” los frutos de su entrega generosa. Pero, ¿cómo puede un sacerdote ser feliz en una sociedad secularizada y anticlerical? Me atrevo a decir que sería una tentación y un error identificar la felicidad con el éxito social. La Madre Teresa de Calcuta repetía con frecuencia: “A mí Dios no me ha pedido que tenga éxito; me ha pedido que sea fiel”. El camino de la felicidad, pasa necesariamente por el de la fidelidad. La felicidad sin fidelidad es un espejismo, una mentira. No existe felicidad sin fidelidad. Y no olvidemos que la fidelidad comporta pruebas, incomprensiones, purificaciones, persecuciones…

Nuestra felicidad es proporcional a la experiencia de Dios que podamos alcanzar en esta vida. Y si tenemos en cuenta que la felicidad no es perfecta hasta que no se comparte, la segunda clave de la felicidad sacerdotal consiste en ser un instrumento de Dios para la vida del mundo.”

Conversando sobre la felicidad

Francesc Mirailles, un famoso escritor español ha escrito Conversaciones sobre la felicidad, un libro en el que resume la visión de ésta de 25 personajes y gurús. Sin duda, un buen libro para quien esté interesado en estos temas, dado que su enfoque, lejos de ser facilista y poco útil, es más bien aterrizable. A continuación un extracto de una reciente entrevista que nos ayuda a reflexionar.

¿Qué es para usted la felicidad?
Definirla es algo difícil. He llegado a la conclusión de que sólo nos referimos a la felicidad precisamente cuando la hemos perdido. Nadie que esté en un buen momento de su vida dice qué feliz que soy. Sólo cuando pierdes algo dices qué feliz que era. La felicidad sería todo lo bueno que hemos perdido, o bien porque ha pasado el tiempo, o bien porque nos lo han quitado. Es una etiqueta que se coloca en retrospectiva. La felicidad siempre es nostalgia o el sueño de algo inalcanzable.

Así, si la felicidad es nostalgia o un sueño inalcanzable, ¿es realmente posible vivir momentos de felicidad aquí y ahora?
Es posible alcanzar la felicidad si no la buscas. Ésta es muy caprichosa. Las personas que siempre quieren ser felices son las más desgraciadas que conozco. Uno es feliz cuando se conforma con lo que tiene, en el lugar y en el momento en el que está.

Dicen que la felicidad depende más de cómo vivimos las cosas que de las cosas que vivimos. ¿Comparte esta idea?
Totalmente. No sabemos qué es la felicidad, pero sí qué es la infelicidad y ésta está causada por un exceso de deseos. Vivimos en una sociedad consumista que nos empuja a desear bienes materiales o de otro tipo como una relación de pareja ideal que hemos visto en las películas, pero que en la realidad no existe. La infelicidad sobreviene cuando nos marcamos unos deseos tan elevados que nuestra realidad choca con eso. La mejor manera de ser feliz es no desear nada y conformarse con lo que tienes en cada momento. Eso es lo más parecido a la felicidad que puedes experimentar.

¿Cree que la felicidad es ausencia de dolor o se puede ser feliz en el sufrimiento?
La felicidad es intrínseca a la ausencia de dolor ya que la salud sólo se valora desde su contrario, que es la enfermedad.

En última instancia, ¿podemos llegar a la conclusión de que la clave de la felicidad estaría en darle un sentido a nuestra vida?
Viktor Frankl, el autor de “El hombre en busca de sentido”, decía que para curar a una persona lo único que necesitas es ayudarle a que encuentre un sentido a su vida, a que haya un motivo cada día por el cual levantarse. El que tiene un porqué vivir puede resistir casi cualquier cómo.

Sebastià Serrano en su último libro, “Els secrets de la felicitat”, dice que la mejor dieta para la felicidad es la comunicativa. ¿Está de acuerdo?
Desde luego. La comunicación nos saca de nosotros mismos. He conocido a muchas personas depresivas que sólo están pendientes de lo que les pasa a ellos. Es sólo cuando miras hacia afuera y te comunicas y ayudas a otras personas que tus problemas se te olvidan. A una persona que sabe comunicarse, que es sociable y sabe escuchar le queda poco espacio para los sentimientos negativos.

Muy personal

Tres ingredientes para ser feliz:
Pensar poco en uno mismo. Pensar mucho en los demás. Reírte de ti mismo y del mundo.

Tres ingredientes para combatir la infelicidad:
Dejar de analizar. Cultivar las amistades. Soñar que tu vida puede ser diferente de lo que es ahora.